De un tiempo a esta parte, en muchos procesos de selección y reclutamiento piden la flexibilidad, como una de las competencias clave para trabajar en equipo. Yo, con todo mi respeto, difiero de esta visión. Cuando me preguntan al respecto y me dicen que hay que ser flexible, respondo que depende ¿flexibilidad o temple? ¿qué entendemos por flexibilidad? ¿adaptarte a lo que te piden? si es así ¿es eso lo que nos interesa? ¿o nos interesan personas que sepan aguantar la presión, defender sus ideas argumentadamente pero siendo lo suficientemente flexibles como para rectificar o moldear su postura, si les demuestran que se puede hacer mejor de otra forma?
El temple es la cualidad que te permite mantenerte en ese difícil equilibrio entre rigidez y flexibilidad. Proviene de los antiguos fabricantes de espadas. Estas tenían que ser lo suficientemente duras (rígidas) como para poder aguantar los embites pero con la suficiente flexibilidad (elasticidad) como para que, si daba contra una piedra, por ejemplo, absorviera el golpe y no se rompiera.
Llevándolo al plano relacional, el temple sirve de puente y punto de equilibrio en la empatía y la asertividad. Un exceso de empatía (ponerse en la piel de los demás, base de la flexibilidad) puede llevarnos a perder de vista nuestro objetivo y restarnos igual de ecuanimidad y espíritu crítico que un exceso de asertividad (de afirmación de uno mismo o de la postura que defendamos, base de la rigidez). Tan dañina para los intereses de un equipo o en una negociación, puede ser el exceso de una como de otra. Es el temple el que nos permite llegar a soluciones o acuerdos 360º ó gana/gana, que son los que, a la postre, posibilitan la sostenibilidad de los mismos a medio y largo plazo.
En conclusión, si desea llegar a conseguir un buen equipo, con colaboradores con criterio y que aporten, antes que flexibilidad, recomendaría «temple».